DIARIO LA NACIÓN
Se trata de Lia Aerospace, que trabaja con sistemas de propulsión con combustibles amigables con el ambiente.
Dan Etenberg tiene 37 años, es ingeniero mecatrónico egresado del ITBA y es el fundador de Lia Aerospace, la primera empresa del mundo en enviar un cohete al espacio propulsado por biocombustible, el Zonda 1.0 en el 2021. Cuenta con una planta en Morón y una oficina en el Reino Unido. “De Morón al mundo y del mundo al espacio”, expresa a LA NACION.
Relata que arrancó “con esta locura” a los cinco años, cuando su papá le regaló un balde de Lego: “Me fanaticé con el espacio, con la física. Hasta los 12 que empecé con el aeromodelismo y el automodelismo; me cansé de comprar repuestos y dije ‘los tengo que fabricar’”.
A ese empujón se lo dio su hermano quien, a los 15 años, le regaló dos libros, uno sobre turbinas de avión y otro de cohetes. “En las clases aburridas del colegio yo me instruía con esos libros y a los 16 estaba fabricando cohetes y volándolos; a los 17 hice mi primera turbina, igual a la de un avión, pero chiquita”.
Ingresó al ITBA y fue perfeccionando lo que ya hacía; trabajó allí un tiempo y junto a otros dos exalumnos y un docente construyó el primer propulsor espacial, un ResistoJet.
En 2017, junto a otros tres amigos -quedó él solo-, empezaron a trabajar en la startup de construcción de cohetes. “Lo hacíamos en el tiempo que nos sobraba, con la plata que no nos sobraba -describe Etenberg-. En 2019 fundamos la empresa y salimos a buscar inversión; con la llegada de la pandemia del Covid-19 eran todas las horas para trabajar y así hicimos el primer cohete que voló con biocombustible”.
“En el ITBA probamos diferentes combustibles, hidrógeno, gas licuado, la idea era demostrar que se podía y con qué eficiencia cada uno”, explica. El Zonda 1.0 culminó con la primera de cuatro etapas del programa que tiene como objetivo enviar a órbita sus satélites para el próximo año.
“Hicimos un pivot en el negocio y ahora no hacemos más cohetes, sino los motores de biocombustibles -detalla-. El objetivo al usar biocombustible es descarbonizar la economía del espacio. Hoy parece un sueño pero en 20 años, cuando haya muchos cohetes volando dejarán residuos químicos no solo en atmósfera sino en la alta atmósfera. En la primera, con la lluvia, caen los residuos, pero cuando se atraviesa la tropósfera quedan ahí por décadas y décadas”.
Fórmula
La tecnología que usan es una fórmula que reduce 60% la huella de carbono (HC) y busca desarrollar sistemas de HC cero para el 2026. Los combustibles utilizados no son tóxicos ni corrosivos, con lo que su manejo es “seguro y económico”.
La fabricación de sistemas de propulsión para naves espaciales, cohetes y satélites les abre un “mercado con potencial”. El hidrógeno es “muy costoso y poco eficiente” por su densidad, en cambio las pruebas con biodiésel, bioetanol y biometanol resultan muy exitosas.
Etenberg precisa que cambiar el eje del negocio les permite ahorrar tiempo y dinero. Un cohete lleva de cinco a 10 años y entre US$100 millones y US$200 millones, en cambio un motor, la mitad. “Para una startup eso es clave; en un año podemos estar facturando y en tres, teniendo retorno de inversión”, sostiene.
Los motores los venden a fabricantes de cohetes y de satélites; ya están en conversaciones con el Invap. “Existe la posibilidad de adaptar el producto desarrollado a las necesidades del mercado”, apunta.
Lia Aerspace abrió una oficina en Inglaterra, donde recibió una inversión de US$100.000 de la Agencia Espacial Europea, además del mentoreo. “Lo hacen en el marco de un programa para incentivar el desarrollo y la economía del espacio”, añade.